Artículo publicado por
El Periódico de la Publicidad en su edición de papel.
Juana Pulido. Consultora Senior. Estudio de Comunicación
La resistencia al cambio ha sido tradicionalmente un caballo de batalla de las organizaciones y/o los gestores más avezados y dispuestos a afrontar retos y asumir que el mundo no es estático y que o se avanza o el futuro no existe.
A día de hoy, es frecuente escuchar como directivos de compañías relevantes a escala mundial afirman sin pudor que las empresas para las que trabajan no preparadas para asumir los cambios que la gestión activa de la web 2.0 implica.
Aducen argumentos tales como que una vez que entras en ese “circo” es imposible controlar lo que van a decir de ti; que el flujo, atomización y difusión de lo que se cuenta se escapa a la capacidad de gestión de cualquiera; que el efecto amplificador web 2.0 y, en concreto, de las redes sociales es incalculable, y otras muchas afirmaciones no exentas totalmente de razón.
Pero no por ello hemos de considerarlas aceptables en el mundo digital en el que nos movemos. Decir que no participar activamente en la web 2.0 es sinónimo de estar blindado a críticas e incluso ataques a nuestra buena Reputación es simplemente mentira. La política del avestruz no da resultado.
Es sabido, y así lo afirman psicólogos y pedagogos, que la resistencia al cambio se vence con información. Y en el caso de las organizaciones, ésta viene de la mano de comunicación interna y la formación. Si consiguiéramos hacer llegar a las organizaciones la información y formación suficiente sobre el uso, las ventajas y, también, porque no decirlo, los riesgos existentes en la web 2.0, éstas verían abrirse ante sí un abanico de posibilidades que, hasta el momento, pocos están explotando. Las vertientes a explorar son diversas y los beneficios a obtener de muy diversa índole.
En el ámbito interno, la web 2.0 actúa como dinamizador de la transmisión del conocimiento, sirve para agilizar procesos de trabajo que mejoran la eficiencia y competitividad. Contribuye a fomentar la creatividad y liderazgo entre empleados pueden intercambiar ideas a través de la red. Las redes sociales pueden servir de motor motivador en las escalas profesionales, abriendo la posibilidad de que cualquier trabajador pueda ser escuchado: un becario puede destacar por sus ideas frente a un director general.