- Acompañante. Que acompaña.
- Acompañar. Estar o ir en compañía de otro u otros.
Estos días estamos viendo en los medios de comunicación que personajes conocidos y populares informan de que tienen cáncer. Lo hacen con naturalidad e intentan quitar importancia a la enfermedad y a la situación. Hacen muy bien teniendo esa actitud: el cáncer se cura. Les deseo lo mejor a ellos y a todos los que lo padecen.
Estas personas al igual que muchas otras menos conocidas cuentan con familiares y/o amigos que les darán apoyo, cariño y compañía durante su proceso; son sus acompañantes. Lo escribo en plural aunque suele haber un acompañante especial, el principal.
Me gustaría dedicarles unas palabras a ellos, a los que no están enfermos de cáncer, pero sufren como los auténticos pacientes. Sufren por que les acompañan y porque les quieren.
No saben cómo curarles ni quitarles los miedos, pero saben estar al lado y encajar el golpe, como propio, sin ni siquiera intentar esquivarlo. Ellos eligen ese papel tan difícil y a veces, en el proceso y por el esfuerzo, llegan a enfermar. ¿De pena? No lo sé, quizás eso sea muy poético y solo enferman por el esfuerzo adicional, por cansancio, por dormir poco o por cuidarse menos.
La figura del acompañante de una persona a la que le han diagnosticado cáncer es clave y lo será durante un largo periodo de tiempo. Le acompañará al médico y escuchará atentamente lo que este dice por si el paciente está bloqueado y no es capaz de procesarlo. Le acompañará al hospital, hasta el quirófano y esperará pacientemente a que suba para continuar acompañándole hasta su vuelta a casa.
Después, ya en casa, lo seguirá haciendo, en el día a día y, en los días especiales: los de radio y los de quimio. Allí estará dando apoyo y, ánimo aunque tenga un nudo en la garganta y otro en el estómago.
Dormirá poco y pensará mucho mientras sus días se llenan de nuevas conversaciones y personas hasta ahora ajenas. Tratamientos, medicinas, nombres de médicos, porcentajes… nuevos temas de conversación invadirán su tiempo y se convertirán en cotidianos. A veces, se preguntará a sí mismo cuando acabará todo y cuándo volverá a ser su día a día como antes.
Mientras, escuchará con ternura y paciencia a la persona que quiere; sus miedos, sus quejas, su “¿por qué a mí?”, su “no es justo”…. Le sostendrá su cabeza en su hombro y le tenderá la mano cuando la necesite
Y lo hará entero, sin llorar, sin quejarse y sin mostrar sus verdaderos sentimientos para no hacer más vulnerable todavía a la persona que le necesita fuerte en ese momento.
Cada día, cuando pueda y tenga tiempo y capacidad para estar sólo, saldrá un rato de la casa o del hospital con cualquier excusa y llorará amargamente. También se preguntará a sí mismo y al cielo, “¿por qué?, ¿qué he hecho yo?”, y repetirá cien veces que no es justo y que no puede ser.
Se enfadará con Dios y le pedirá ayuda al mismo tiempo, intentando agarrar con su mano el aire para que no se escape.
Después se secará la cara y volverá a acompañar a su mujer, marido, padre, madre, hijo… y hará lo que siente que debe y tiene que hacer: acompañar sonriendo y sosteniendo a quien quiere en un difícil momento de su vida.
Desde estas líneas me gustaría aplaudir a todos ellos. Su función es fundamental, acompañar, pero además con ese rol generan confianza y ganas de luchar, de curarse y de vivir que seguro que daño no le puede hacer en ningún caso al paciente.
Te lo dedico a ti, que estás pasando por ello, estés donde estés.
Ya verás como mañana sale el sol para vosotros.